sábado, 9 de mayo de 2009

Crítica con Arte I. Laoconte.

Para los que pensáis que nuestras borracheras no nos dan tiempo para otras cosas, estabáis equivocados. Hoy le daremos un nuevo toque cultural al blog.

El Laoconte, ya lo veis: es precioso, dramático, bello. Es una historia desgarradora que yo conozco bien. Vengo aquí a contarlo_



Laoconte, que es el del medio, era el sacerdote del barrio pero tenía un defectillo: le iba mucho el chismorreo. Al salir de la misa siempre se detenía a charlas con las vecinitas de la parroquia y en un mal momento comentó: "vaya, vaya, parece que los griegos se han hecho un caballito, eeeh, y no con la moto porque no existen todavía, eeeh". Sí, como habéis apreciado, era el típico cura cachondón.

La cosa se quedó en un comentario sin malicia (Malicia no había podido ir a misa), así que se fue con sus hijos a darle charlar sobre la vida, las drogas de diseño y de sus amiguitos. Entonces llegó una serpiente, amiga de la familia, pero que en aquella salva ocasión, venía a matarles por bocazas.

El sacerdote, tal y como se aprecia, estaba en bolas. Sus hijos le recriminaron severamente: "Pero papá, ¿no puedes esperar a que la serpiente coja confianza para despelotarte?". Como veis Laoconte tiene unos pezones que harían envidiar al mismísimo Dudu, el "Pezoncitos".

Ellos también iban desnudos, pero es que la ropa de Laocoste era muy cara, cosa que se ha seguido manteniendo hasta nuestros días. La influencia griega en nuestro día a día es brutal.

La serpiente, muy cariñosona, les empezó a hacer la rosca, como se suele decir (de ahí viene la expresión, ahora que me doy cuenta). Es justo el momento que se plasma en la escultura. La serpiente le miraba boquiabierta sus genitales. Laoconte suspiró. Cambió de acorde.



Lo que realmente me desgarra de esta historia es la poca suerte que ha tenido el pobre en la vida: que un hijo te salga manco, pase... ¿pero los dos? Y a él también se le iba un poco la mano. Y seguro (esto ya no lo sé a ciencia cierta) que fue el primero en tener la Gripe A (o la del cerdo, que siempre se llevan todo lo malo los pobres).



El hijo de la izquierda le recriminaba que había quedado a las 5 con los colegas Artistides y Polifacles en el anfi para hacer yogurón.



El otro, le indicaba con indignación: "¿No te podías haber metido la lengua por el culo, hijo puta? Malditas las ganas que tengo yo de morirme asfixiado ahora. De esta te meto en un asilo. Ya lo decía mamá: mucho cuerpo y poca polla".



Como os podíais imaginar la historia no acabó bien. Oh, qué será, los cuentos que yo cuento acaban fatal. No soy yo, obladí, obladá...

3 comentarios:

L.A. Lameculos dijo...

Pero qué ez eztoooo???!!!

Pero qué arteee chi-killaaaa!

Edu dijo...

Qué verbo monstruoso el tuyo!!! Qué capacidad de análisis!!!, Qué bonito final con cita textual sabinera!!!, como escarpias, me has puesto los pelos como escarpias.

Anónimo dijo...

Asi el arte es mas artao.
Ampliando la imagen descubro ciertos... empalmes en la serpiente. Cuentame cómo de actual estaba el yet extender ese por la época, pliz.